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ENTRE REJAS: UN AMOR SIN BARRERAS

  • Jaime Castañ
  • 16 may 2017
  • 3 Min. de lectura

Esta es la historia de un amor que no entendió que era aquello de estar encerrado. Un amor que superó los muros, las celdas y los barrotes. Un amor que se mantuvo en clandestinidad durante prácticamente una década. Qué consiguió resistir la pena para convertirse, a día de hoy, en libertad, fuerza y unión. Esta es la historia de dos personas que decidieron que la cárcel no les separaría.

A nuestros protagonistas los llamaremos Julián y Minerva, pues prefieren guardar en el anonimato su verdadera identidad.

Julián y Minerva ya eran pareja un tiempo antes de ingresar en prisión. Vivían juntos en Madrid. El 20 de agosto de 2008 ambos son encarcelados por cometer un delito contra la salud pública. A Julián se le condenó a 12 años y medio en prisión, mientras que Minerva fue penada con 9 años y medio.

Ella es destinada a una prisión de mujeres en Ávila, mientras que a Julián lo mandan a Valdemoro (Madrid). Su relación quedó entonces sometida al simple diálogo por carta. Minerva afirma haber sentido entonces ciertas dudas y miedos. La insistencia de él fue lo que le ayudo a tirar para delante. Julián recuerda que sintió fuertes remordimientos y culpabilidad. Para muchos esto podría haber sido considerado de insostenible, pero ellos, gracias a sus cartas, decidieron seguir unidos.

Cumplidos unos años de pena, Julián es destinado al Centro Penitenciario de Zuera. Allí acabaría de cumplir su condena en el denominado “módulo de respeto”, un lugar donde se destina a los presos que manifiestan una mejor conducta. Casualmente y al poco tiempo, Minerva también es destinada a Zuera a un módulo muy cercano y en el que, aunque con cierto margen de distancia, las ventanas de ambas celdas coincidían.

Desafortunadamente, los servicios públicos de la prisión prohíben mantener relación alguna, incluso el diálogo, entre los miembros de distintos módulos. Pero esto tampoco les supuso un impedimento. A través de sus ventanas, conseguían comunicarse mediante gestos y señales. Tras algún tiempo y en muy limitadas ocasiones, podían solicitar un encuentro en el que poder estar los dos solos. Esas dos horas en las que estaban juntos en una habitación eran el motor y las fuerzas para poder seguir adelante.

Pasados unos meses llegó algo inesperado: el fruto de un amor oprimido. Minerva quedó embarazada. Los dos se enfrentaban ahora a un futuro incierto y desconocido. Pero tenían clara una cosa: no iban a quebrarse. Julián cuenta que los funcionarios y miembros de los servicios sociales lo catalogaron como "una completa locura y carencia de responsabilidad".

“Teníamos planeado tener un hijo, pero una vez cumplida nuestra pena y fuera de prisión. Nunca fue nuestra intención tenerlo allí”, cuenta Julián, explicando la inesperada situación en la que ambos se encontraron tras ser conocedores del embarazo de Minerva.

El embarazo se produjo en el último año de estancia en prisión de Minerva, por lo que podía concebir a su hija sin tener que cambiar de prisión. En la mayor parte de ocasiones si una mujer queda embarazada y todavía dispone de años de condena, debe ser trasladada a un nuevo Centro Penitenciario donde se permita la residencia conjunta de madres e hijos.

Los meses de embarazo fueron duros. Pero por fin llegó el día. La niña nació en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. Todo salió bien y "gracias a Dios", como explica Mierva. Allí acudió Julián, esposado, junto a las fuerzas de seguridad. Sólo le dejaron un máximo de 20 minutos para conocer a su hija. Una sensación de alegría y frustración con la que tuvo que vivir hasta terminar su condena.

Tras cumplir los años asignados y obtener la libertad, Minerva queda en manos de “Las Hijas de la Caridad”, una congregación católica que la acoge tras su salida de prisión prestándole los recursos necesarios que tanto ella como su hija necesitan en su día a día.

Actualmente, y tras la salida de prisión de Julián, ambos residen en un piso tutelado por la congregación, en la que Minerva realiza labores de acción social y mantenimiento. Julián trabaja en una empresa que realiza servicios en distintos supermercados de la península.

Su larga y dura trayectoria en prisión queda ahora en el pasado, y de dónde se oprimió un amor, resultó una vida. Ambos sienten que ya han pagado por sus errores. Sólo tienen palabras de agradecimiento con quienes les han ayudado, pues no todos los presos consiguen volver a una vida estable como ellos.

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QUIÉNES SOMOS

LUIS JOSÉ SARRIA

Estudiante de Periodismo y Com. Audiovisual

Universidad San Jorge

JAIME CASTAÑ

Estudiante de Periodismo

Universidad San Jorge

CECILIA VIEJO

Estudiante de Periodismo

Universidad San Jorge

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