DE PELUQUERO A EX-PRESO, LA HISTORIA DE ROBERTO
- cicatricesproject
- 3 jun 2017
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Roberto López (Zaragoza, 1969) entro en prisión con 41 años. Es de esas personas que ejemplifican que cualquier ciudadano normal puede entrar en la cárcel. Fue condenado a 8 años por un delito contra a salud pública. Prefiere no decir qué, pero especifica que estuvo relacionado con las drogas. Por su buena conducta y trabajos en prisión consiguió una reducción de condena de dos años. Actualmente está trabajando en una empresa de recogida de residuos gracias a su cuñado.
Su historia puede parecer la de cualquiera: estudió peluquería, trabajó desde los 18, se casó y tuvo una hija; hasta los 30 años, cuando conoció el mundo de las drogas. Explica que su baja autoestima, sumado a problemas personales, le llevo por ese camino: “Mi pareja, por ejemplo, siempre me decía que tenía demasiado peso”. Roberto, pese a su tartamudez, cuenta las cosas con absoluta confianza y fluidez.
Los meses de espera fueron lo peor. Hasta que se dictó sentencia, pasaron 7 meses para Roberto: “La cárcel es la cárcel, son palabras mayores, yo solo me imaginaba lo que había visto en las películas. Hasta que te condenan es un sin vivir, la incertidumbre te mata. Cuando te condenan casi te quedas tranquilo”. Le destinan a la cárcel de Soto del Real, en Madrid, “dónde los políticos”.
Dada su depresión, entro directamente en el módulo de enfermería. Allí estuvo un año, “hasta que no se creían más el cuento”. Cómo había sido peluquero, les propuso trabajar como el peluquero de enfermería, algo que le hizo ganarse una buena fama entre sus compañeros: “tenía que tratar con gente muy chunga, me venían con media cabeza abierta. A cambio me solían dar tabaco”, recuerda Roberto.
Su paso por la cárcel, cuenta, ha sido muy tranquilo. Decidió no meterse en follones y pasar desapercibido. “Yo he tenido solo dos problemas en mi estancia en prisión. Y los dos han sido en módulos de respeto. Si te chivas mal, si enseñas las heridas mal, es ir hacia atrás, te cambian de un módulo por el que has luchado por entrar”.
Uno de esos “problemas” le dejo una profunda cicatriz en la pierna. Un compañero le increpó porque le había cogido el bolígrafo en una de las clases que se imparten en prisión. Cuando se abalanzó sobre él, Roberto le dio una bofetada en la cara. “La gente se preguntaba que si de verdad había sido yo el que le había pegado, porque llevaba fama de ser muy tranquilo”.
“Los compañeros me avisaron de que se estaban armando para vengarse de mi. Subí rápidamente a mi celda para colocarme unas botas protectoras. Nada más sentarme en la cama, el otro, de nacionalidad marroquí, entró por la puerta mientras otros dos se quedaron fuera vigilando. Yo sabía que llevaba una cuchilla en la boca, lo hacen así para abalanzarse y rajarte el cuello”.
Afortunadamente, el incidente quedó en un corte de 15cm en la espinilla, ya que la complexión fuerte y robusta de Roberto le permitió bloquearle y echarle al suelo. No pudo sin embargo decir nada a los guardias “para no quedar como un chivato”. Y en cuanto a la seguridad: “las cámaras están fuera, pero entre que se enteran, entran y actúan, ya te han cortado el cuello”.
Para Roberto Instituciones Penitenciarias es un organismo que está bien planteado, si te portas bien y sabes hacer las cosas, aunque te fastidian en muchas cosas sin merecerlo: “Instituciones es un sistema que esta muy estudiado. Es muy difícil que te den los 9 votos, que son los que hacen falta, los de todos, para conseguir algún permiso o beneficios, entre ellos el cambio de modulo. Y eso no puede ser así”.
Define la cárcel como “un mundo gris. El que te den una caja de colores, es muchísimo. El que te venga una asistenta y te diga vamos a pintar, es todo, le contestas que por supuesto, pues que vamos a pintar”. Si tuviese que destacar algún punto positivo de su estancia en prisión sería que “te llegas a conocer interiormente. Y eso es lo que hace que te empieces a querer. El no poder tocar un cristal, o beber un café en una terraza, te aseguro que con eso no te apetece volver a prisión. Hay gente que no le gusta la presión de la sociedad”.
El salir de la cárcel “es un cambio muy grande. Te tienes que adaptar a estar allí, y luego a estar fuera. Desde muy pequeñico sufro tartamudez, esto me ha hecho estar siempre muy callado. Suerte que tengo familia, es una suerte, porque tienes a alguien que te apoye. La familia es lo más importante. Si tienes a alguien que te acoja, y no montas follón en la cárcel, ya estas fuera”.
Roberto obtuvo la condicional hace un mes y tiene que ir a firmar una vez al mes. En el ciclo de reinserción ha estado 1 año y 2 meses: “ahora mismo estoy feliz. Todos los días doy gracias al mundo, cuando hace sol, cuando llueve, siempre. El futuro lo veo con positividad. El miedo tiende al desconocimiento, la vida no es una vida, son muchas vidas. Cada vida es un ciclo, un proceso, y hay gente que las vive y gente que no. Ahora te das cuenta que hay poca gente normal. Cada uno somos un dios, y único”.
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