HIPÓLITO Y LA MOVIDA DE LOS CHORBICOS
- Cecilia Viejo
- 22 may 2017
- 8 Min. de lectura
La Zaragoza de los años 80. Una ciudad en blanco y negro que los de mi generación solo podemos conocer en fotografía. Y, los que la vivieron, la describen con el entusiasmo y el sentimentalismo que caracteriza a las historias pasadas. Una época que venía del negro carbón del franquismo y que sorprendía con su explosión de creatividad, energía y talento. “Cuando todo en España era una movida”, citando al escritor Xavier Gassió.
Pero también era la España de los barrios, el VHI, el caballo, las infecciones, los trapicheos y los robos para sobrevivir al mono, la de una generación perdida. Jóvenes que, en la década de los 80, cayeron en el abismo de las drogas. Un auténtico drama social que conmocionó a la sociedad de la época.
Hipólito es uno de ellos: vivió y convivió con la heroína, pero también sobrevivió. Hipólito Pradas Collado nació en Almuradiel, un pueblo de Ciudad Real de no más de 900 habitantes, en 1961. Ha pasado la mitad de su vida en prisión. Ahora, 25 años después, intenta reincorporarse con normalidad a la sociedad.
Nos citamos en un café de la Plaza del Pilar. Nuestro encuentro tiene como objetivo hablar sobre la reinserción social penitenciaria. Hipólito es miembro activo de la asociación PRIPALI - Primeros Pasos hacia la Libertad, un grupo sin ánimo de lucro que ayuda a las personas ex-reclusas a buscar una nueva vida después de haber estado en prisión, y a través de la cual nos pusimos en contacto.
Me saluda de forma efusiva nada más verme. Cada arruga de su rostro se dibuja como una profunda cicatriz. Pese al blanco plateado de su pelo, Hipólito se expresa con la naturalidad y la inocencia de un niño. Sus ojos grandes y negros, clavados en los míos, relatan con entusiasmo las escenas de su vida sin apenas parpadear.
- Llámame Hipo, a secas. ¿Tomamos algo?- invita.
Hipo salió hace unas pocas semanas de prisión y aún no ha recibido los 426 de excarcelación que le corresponden. Insiste en pagar el café, pero apenas lleva unas monedas en el bolsillo.
- Gracias. Todos intentan ayudar, y agradezco el gesto, pero, ¡me hace gracia! Yo lo que necesito ahora es dinero, ¿como voy a vivir sino? ¡Claro!
Hace algunas chapuzas que le van saliendo gracias a su amigo Mariano Juste, presidente de PRIPALI y gerente de una empresa de construcción y reformas.
- Pero me agobio enseguida. El otro día no sabia ni cambiar la broca del taladro - dice entre risas.
- Poco a poco.
- Eso es. La vida no es la misma que hace 25 años.
- Me gustaría que me contases como entraste por primera vez en prisión.
- Yo entro tarde a la cárcel, a los 23 años, en el año 1984 -explica.
- ¿Tarde? Yo tengo esa edad y aún me considero joven.
- Sí, pero yo estoy en el mundo de la delincuencia desde muy pequeño. A los 5 años nos vinimos a Zaragoza. Mis padres querían huir del hambre, éramos 9 hermanos. A esa edad ya comienzo a robar comida. Me meten a trabajar en la granja de unos amigos dónde mango cualquier cosa: huevos, carne… Así es como empiezo.
- ¿Y en el mundo de la droga?
- Mis amigos del barrio entran en prisión antes que yo… muy jóvenes. Allí es dónde conocen gente y se hacen contactos en la red del narcotráfico. A los 15 ya estaba vendiendo heroína, pero yo casi no entendía. Recuerdo que, durante unas fiestas del Pilar, un chaval me vino rogando porque tenía "el mono". Como eran las fiestas y no sabía que era eso de "el mono," me imagine que quería uno del circo, de animal, ya sabes.
- ¿Que más recuerdas de esa época?
- Recuerdo que gritábamos “¡asquerosos!” cuando veíamos a alguien pinchándose en sitios abandonados. No entendía, yo aun no había empezado, solo vendía y luego me iba a mi barrio a jugar. Utilizaban a los niños. Nos llamaban "La movida de los chorbicos".

- Después mis amigos empezaron a robar -continúa.- Yo conducía muy bien y ellos me querían para las huidas. Llega un momento que la policía me persigue tanto con la venta de la heroína que me pase con ellos a robar bancos. Y a parte ya nos estábamos drogando. El consumo es muy fuerte y necesitábamos dinero.
En otoño de 1983, la prensa informaba de, al menos, un centenar de muertes por sobredosis durante aquel año. El diario ABC aseguraba que el 91% de los jóvenes españoles había probado "algún tipo de estupefaciente". Un negocio que movía 300.000 millones de pesetas. Junto al consumo de drogas, a principios de los ochenta se produce un aumento de la delincuencia alarmante. Entre 1976 y 1982, los delitos crecieron un 106%. La policía solo conseguía detener a uno de cada 150 traficantes.
- Empezamos a dar golpes importantes. Desvalijamos toda Zaragoza. La droga se empezó a mover en todos los barrios. El grupo se va reduciendo tanto que formas parte de él, no puedes salir. Esta gente fueron los primeros que empezaron a abrir las cerraduras “pichel”, que en aquellos años eran las mejores.
- ¿Y dónde vivíais?
- ¡Donde queríamos! Teníamos pisos, coches, ropas… Incluso se creo una policía especial para vigilar toda esa delincuencia: UVE - Unidad de Vigilancia Extensiva. Eran unos macarras con una placa y una porra. Pero mataron a dos chavales y consiguieron erradicarlos.
- Y es entonces cuando te pillan.
- Yo entraba y salía de prisión. Todos los que estaban dentro eran amigos míos. Por ese entonces lo máximo que estuve fueron seis meses. Cuando salí, me enganche mucho más a las drogas, y todo se fue derrumbando como un efecto dominó. En ese entonces no existía la reinserción como ahora, en la cárcel podías seguir drogándote sin problema.
- ¿Cuando fue la siguiente vez que ingresaste?
- Me condenaron a nueve años por un delito. Viajé por toda España de prisión en prisión en primer grado. Luego llegué a Zaragoza, donde me hicieron una revisión y me pasaron a segundo grado.
España es el tercer país Europeo con mayor número de presos por población, con un total de 60.203. Por cada 100.000 habitantes, según datos de Instituciones Penitenciarias, hay 131 presos. En Aragón, la masificación de las cárceles está en el 168%.
Los periodos de tiempo más largos en los que Hipólito ha estado en prisión han sido tres: doce años, nueve años y seis años. En total, restando las reducciones de condena, 25 años de su vida.
- Salí en el 2001 de la cárcel de Zuera y volví en el 2010. Diez años en libertad, ¡diez años! Es por lo que te digo que no existe reinserción alguna. Monte una empresa, todo legal, pero la crisis se nos comió en todo. Me quede en la calle sin nada. Entonces cogí una pistola y me hice un banco. Cuando volví a la cárcel ya me conocían todos, seguía teniendo amigos a mil.
- ¿No te das cuenta en ningún momento de que quieres cambiar?
- ¡En ningún momento! - se sorprende por la evidencia-. Nosotros seguíamos con la misma forma de vida. Yo no me doy cuenta en ningún momento. Hasta ahora. Mientras estaba mi madre todo era perfecto, me ayudaba en todo. Hasta que mi madre no muere no me veo solo de verdad.
- ¿Qué diferencia hay entre la cárcel que te encontraste la primera vez y la que te encontraste la última?
- La cárcel había cambiado mucho. Habían creado ya el módulo de respeto. Yo no entendía nada, ¡respeto ya tengo yo! Antes era una jungla. No tiene nada que ver. Ahora tienes tu ducha dentro de la habitación. Antes la gente se pasaba meses sin ducharse, nadie tenia huevos a ir a la ducha. Se me llegó a acusar de un motín en la cárcel de Huesca. Se me culpaba de haber convencido a todos porque hicimos una huelga de brazos caídos.
- ¿En qué consistía?
- ¡En qué no hacíamos nada! En Huesca juntaron a la peor gente. En los expedientes ponía “inadaptado”, directamente. Por eso paso lo que paso, no estudiaban a las personas. Busca fuga de la cárcel de Huesca, en el año 1991. Yo estaba ahí. De esto se han escrito muchos libros después.

Hipólito fue uno de los delincuentes más perseguidos de Zaragoza. Algo que ahora no se adivina detrás de su tez blanquecina, una alargada figura y sus piernas escuálidas. Su fragilidad revela que la persona que tengo delante nada tiene que ver con la de antes. “¿Tienes frío? ¿Entramos dentro?”, me pregunta preocupado en varias ocasiones.
- Dime, ¿cuándo supiste que todo había cambiado?
- Cuando conocí a Estela Millán y a su grupo. Ellas comenzaron a hacer talleres de Reiki en la cárcel. El Reiki fue lo que me cambió todo por dentro. Escribí una historia a la que le titulé "El Perdón”, que trata de perdonarte a ti y perdonar a los demás. Para mi el silencio es cuando ella empezaba a hablar. Acepté que yo era así por las cosas que había pasado.
El Reiki es una técnica de medicina alternativa oriental que se basa en la creencia de que el ser humano es capaz de transmitir la energía vital de los siete chacras del cuerpo a través de las manos. Más allá de su aplicación en la medicina, para Hipólito supone un camino espiritual que lleva al autoconocimiento.
- Y en la cárcel, ¿cómo pasabas el tiempo?
- Los últimos años me he dedicado a estudiar. A mejorar la escritura, no conocía ni las reglas ortográficas, casi no he ido a la escuela. Estela me ha recomendado muchos autores y libros. Me encanta leer. En la cárcel también nos han venido a visitar muchos escritores. Ahora lo único que quiero es dedicarme a estudiar y escribir mis reflexiones.
- ¿Cómo ves el futuro?
- Me siento mal porque nada es lo que parece. Lo primero te llevas una decepción, pero luego te animas porque la gente te intenta ayudar. A veces tengo que hacer cosas que me obligan, a trabajar donde me llaman, a pintar, a descargar un camión…
- ¿Y que te gustaría hacer?
- A mi me gustaría seguir estudiando, me gustaría seguir como estaba dentro. Yo bajaba por la mañana, desayunaba, y me iba al ordenador a escribir todo lo que había leído por la noche.
Cuando un preso sale de la cárcel, inicia un proceso de reinserción en la sociedad para el cuál muchas veces ni él ni la sociedad están preparados. Un complejo camino cuya meta es que la persona que ha delinquido y ha sido castigada por ello obtenga las herramientas necesarias para reintegrarse en la sociedad.
Hipólito recuerda el día que salió de prisión. Recuerda como le dejaron en la puerta de salida y le dijeron “es tu día de suerte”. Recuerda que pusieron sus pertenencias en dos bolsas de plástico, que no tenía donde ir y que tuvo que recorrerse andando toda Zaragoza para llegar al refugio, donde esa noche no tenían hueco. Recuerda que tuvo que dejar las bolsas porque le tenía las manos en carne viva. Recuerda que un policía le pidió la documentación, y pensó que dormía en prisión otra vez.
- Tú has podido reinsertarte.
- Yo pienso que todo el mundo puede recuperarse, lo que pasa que tienen una coraza infranqueable y el sistema no ayuda en absoluto. Si yo no pierdo a mis padres, a mis hermanos, a mi familia, yo sigo entrando y saliendo. Si mi madre no fallece, hubiera entrado y vuelto a salir como las otras veces. Si no llegas al fondo, no optas por un cambio. Pero porque es que ya no tienes nada, y ni si quiera te conoces, no sabes ni quién eres, te das cuenta de que no tienes estudios, ni recorrido profesional, ni nada…. Cuando sales vuelves a cometer actos delictivos porque te encuentras fuera de sitio y no sabes hacer otra cosa.
- Hipo, ¿te arrepientes de algo?
- De no haberle dicho te quiero a mi padre.

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